UNA MIRADA A LA HISTORIA DE LA CAPITAL SALINERA DE COLOMBIA

Estos son algunos datos históricos que no sabías de Zipaquirá, aquí la importancia de las primeras tiendas que son un emblema salinero.

Los relatos y vivencias que nos han inculcado a lo largo de nuestra vida, aunque cuentan un pedazo de los sucesos o tal vez algo muy interesante, nunca contienen la chispa del dato que hace importante la historia, siempre nos preguntamos ¿qué pasó?, ¿qué hay más allá? Para muchos no hay mayor relevancia en saberlo, pero a otros nos causa interés o tal vez el bichito de la curiosidad de indagar cómo comenzó y qué se vivió en lo que ahora sin duda hace parte de las características principales de nuestra tierra, en la que hemos vivido lo mejor y peor de nuestra existencia, esa que nos hace ‘salados’, el pertenecer a Zipaquirá, una parte importante de nuestra querida Colombia. Y sí, aunque nos duela aceptarlo, cuando se describe a nuestro país, se habla de las principales ciudades, de las que algunos sienten mucho orgullo y las cosas trascendentales que pasaron allí y quedaron marcadas en la historia Colombiana, pero el punto aquí es que nadie dentro de esa descripción nombra a esos pequeños pueblos, en los que por supuesto pasaron cosas que también son de relevancia para el país, pero que sólo se omiten; como en el caso de este pueblo, que ya casi de pueblo no tiene nada, porque rápidamente ha ido creciendo y su proceso de urbanización es acelerado. Sin más detalles en el caso, contaré algunos daticos, esa chispa que mencionaba, que merece ser nombrada.

Se estarán preguntando y esos peculiares personajes sonrientes de la foto, ¿quiénes son? Pues al lado izquierdo se encuentra Jorge Pardo, el dueño del aviso, en la mitad quien les habla, Carolina Angarita y al lado derecho la alegría del lugar: el señor bigotudo: Libardo, mano derecha de Don Jorge, dueño de esta tienda de granos que se encuentra ubicada en el Parque de La Independencia, como es conocida. Allí se encuentra maíz, harina por bultos y todo lo que se necesite de comida y cositas, especialmente para llevar al campo. Cuenta, con su introvertida forma de hablar y poca expresividad, que ha llevado esta tienda que ya tiene 60 años, como una herencia que le dejó su padre, y sí, ha sido muy constante en mantenerla aún con el éxito que ha traído. Cabe resaltar que en este lugar, antes se vendía ‘Chicha’ y dice que su señor padre trabajaba hasta tarde para atender borrachos, con lo complicado que es este asunto… La particularidad del negocio, es precisamente ofrecer esos productos a las personas del campo, porque dice que se debe llevar una buena alimentación y que estas personas se alimentan como es, cocinando todo sin químicos y cosas que trae la comida de ciudad y que aún ubicado allí, ese sigue siendo su emblema, porque asegura: “Yo he estado en juntos lados y  puedo hacer la diferencia clarita” que a diferencia de los supermercados, no ofrece ‘paquetados’ ni dulces, no, ¡él hace la diferencia! Nos contaba cómo desde niño le ayudaba a su papá a sembrar la panela y a trabajar con el maíz, y cómo vio transformar a la ciudad, ya que cuando el nació, en frente de este establecimiento, antes era la plaza, mostró unas imágenes de antaño de lo que fue esta plaza, pegadas detrás de la puerta, pero que tienen un gran significado. Este es el relato de una de las referencias de este pueblito salado, Don Jorge que aunque fue difícil sacarle una carcajada, contó muy amablemente sus vivencias.

Pero bueno, haciendo este recorrido nos encontramos con Enrique Montes, el tendero del ‘LEM’, es la típica tienda de víveres, pero no cualquier tienda: solamente lleva ahí desde 1957, esta también es una referencia en el municipio, porque está ubicada en una zona histórica. Afirma que se han hecho unos pequeños cambios en la estructura, pero no muy grandes, cosas como tablas, por ejemplo. Este negocio también hace parte de una herencia, hablamos de Luis Enrique Montes quien empezó el negocio, padre de Don Enrique Jr. ¿por qué se llama LEM? Ahí tienen la respuesta: Luis Enrique Montes, como algunos se debieron imaginar. Cuenta este señor, que antiguamente se llamó Monterey y que cuando llegó cámara de comercio en el asunto y tuvieron que registrar el negocio, se trató de registrar como almacén Monterey, pero el nombre ya existía, era de un almacén de maderas. Y el horario de este emblemático sitio, también ha cambiado, claro, por la inseguridad que ha ido en aumento: “en unos años cuando yo recuerdo y era pequeño, estaba en mi infancia, se manejaba un horario más o menos de 6 de la mañana a nueve de la noche, había seguridad, no había ningún inconveniente, pero ahora ya se cambió el horario por seguridad”. Respecto al producto, todo sigue igual, siempre han sido víveres, y Don Enrique llega aquí a raíz de que su padre enfermó, decidió venir a hacer parte de esta tradición; por último habla con el ánimo un poco abajo, que las ventas al pasar de los años van disminuyendo, que las generaciones de ahora buscan es autoservicio o supermercado grande, ya no ‘tiendas pequeñitas’ y que para los extranjeros es novedad la estructura del local, es la característica tiendita Colombiana y toman varias fotos, para llevar un recuerdito de un auténtico sitio.

Y es que generalmente todo es tradición y herencia, este también es el caso de la papelería más famosa en la ciudad, donde en temporada escolar, todo el mundo corre a conseguir sus útiles. Pues ya lleva 40 añitos y Etna, esposa del hijo del dueño, quien ya lleva diez años en este negocio, vive para contarlo. Después de que Misael Velásquez, su suegro, falleció, su esposo Vidal Velásquez decidió junto a ella seguir obviamente con estas ventas. El señor Misael, que en paz descanse, lo abría solo por temporadas escolares: de enero a marzo, y ellos ya lo colocaron de enero a diciembre, pues así les va mejor. “Desde chiquis me compraban acá los cuadernos y toda esa cuestión” cuenta ella que primero funcionaba el autoservicio, ubicado en esta cuadra, en frente; después ya construyeron el actual local y decidieron dejar solo productos escolares, es lo más relevante que ella puede decir, y lo que yo puedo decir es que siempre será catalogada como ‘la papelería donde se consigue de todo de la placita Zipaquireña’

Estas, como muchas otras, son historias que no han sido reconocidas, pero que permiten dar una visión completa sobre asuntos y lugares que claro que no debemos ignorar, de allí hemos salido beneficiados alguna vez. Si se ponen a analizar el mensaje oculto de todo esto, es la intacta tradición y herencia, siempre se mantiene, y creo que ese debe ser el secreto del éxito de un negocio. Hay que reconocer esas  fuentes que se omiten día a día, pero valiosas, por supuesto, para cualquiera que decida emprender este camino de la investigación. Se debe resaltar por lo alto el valor de esas tradiciones únicas, de esa cultura que se crea en nuestro entorno, como se resalta el valor de un triunfo de un cantante, entre muchas otras cosas…Pienso que es una tarea que tenemos, pero que obviamente cada uno de los que retratan historias, le dan una dirección diferente, unos con entusiasmo y alegría y otros con curiosidad y creatividad para contarla; hay que buscar en esos lugares escondidos, utilizar herramientas para escuchar las voces de la ciudad y detenerse a analizar el honor que poseen, con la seguridad que son primordiales para realmente crear esos relatos que incluyan y muestren la diversidad sobre lo que fueron esas huellas de historia en Zipaquirá, lo que en realidad es Zipaquirá.

Por: Maria Carolina Angarita Castellanos

REFERENCIAS

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