COMPROMISOS
POR HERENCIA
Con historias como las de Jorge y Enrique, dueños de las tiendas más antiguas, turistas y habitantes conocerán lo verdaderamente histórico de Zipaquirá, ciudad Salinera de Colombia, desde la mirada de los mas ancianos.
Por:
Luisa María Castaño R.
Los
centros históricos de Zipaquirá, no son todos aquellos que el mundo conoce,
sino los que el mismo Zipaquireño ha de reconocer. Hacia 1950 Zipaquirá era un
pequeño municipio con pocas tiendas distribuidas en sus solitarias calles. Las
Marías, donde venden esos postres con
sabor a gloria, y los ojos de las personas aún
brillan al hablar de ese lugar. El autoservicio, una de las primeras
tiendas donde se puede entrar y escoger y dejar un producto cuantas veces se
quiera. El LEM y el Almacén Popular, primeros establecimientos antiguos de
víveres, sitio turístico de los visitantes.
De generación en generación,
las tiendas más antiguas han permanecido en la familia. Vidal Velásquez y Etna,
su esposa, herederos de la primera tienda llamada “Autoservicio”, Luis Enrique
Montes y Jorge Pardo, dueños de tiendas que conocen los más ancianos, esos a
los que el tiempo ha demacrado con los años.
Misael Velásquez, era un
hombre emprendedor, le gustaba ser independiente y colaborador, por eso muchos
lo conocían, vio una pequeña oportunidad de por fin abrir su negocito en un
lugar grande, “porque cabían mas de 100 personas juntas” o eso decía, todas en
el mismo lugar. Empezó siendo una bodega, allí se guardaba todo lo que
necesitaban para el trabajo del campo, incluso lo que se servía en los
restaurantes. Poco a poco tuvo la oportunidad de construir estantes para vender
papitas y cuadernos, sus ventas eran tan buenas que solo abría en temporada escolar, esto era tres o cuatro meses al año pero le alcanzaba para mantener bien a su
familia. Cuando sintió que su cuerpo ya no aguantaba, Misael decidió heredar el
negocio, pero ninguno de sus hijos mayores se quería hacer cargo, así que el
más pequeño, Vidal Velásquez aceptó la propuesta de su padre y se quedó con el
autoservicio.
Unos años más tarde, Vidal,
se casó con Etna, quien habla satisfactoriamente de este lugar “mi mama me traía
aquí por los cuadernos cuando era chiquita” dice Etna y sonríe, “lo mejor, es
que con $5000 mil que traíamos alcanzaba para todo, eso era mucha plata”,
“todo” eran esos cuadernos que los ricos podían tener y que Misael dio la
posibilidad a los de clases más bajas obtener. Etna trabaja allí hace diez
años, cuenta que cuando su esposo heredó la tienda los horarios se hicieron más
largos y se empezó a abrir todos los días del año por si alguien se antojaba de
un dulce.
Luis Enrique Montes,
conocido como “Señor Montes” por muchos, es un hombre muy anciano, el nombre de
su tienda “LEM” son las iniciales de su nombre, lo decidió así porque cuando
fue a registrar su tienda como víveres Monterrey, en la notaria le dijeron que
el nombre ya existía y era algo de maderas en un municipio aledaño. Hoy trabaja
junto a su hijo que es su apoyo, y ni el olor a húmeda de su casa los ha
detenido. Enrique Hijo, es el administrador de la tienda porque sabe que
después de ser estudioso tiene un compromiso con su padre, y es mantener vivo
el legado. Él cuenta con mucho orgullo el esfuerzo de su padre y el gran número
de establecimientos que han salido a su alrededor mejor ubicados, pero aunque
quieran diseñar un mejor espacio no se les permite porque siguen en lugar de
centro turístico.
Llegando al final, hablare
del Almacén Popular, Jorge Pardo propietario de la edificación en ladrillo, con
altas paredes color blanco, es el nieto del primer creador de la tienda hace
más de 70 años, su abuelo Julio Pardo decidió buscar un lugar que le diera
“plata” lo que quieren todos, encontró una bodega abandonada, esa que los ricos
dejan por ser lo que menos vale, la compro a buen precio y la acomodó a su
antojo. La chichería funcionaba de 7 de la mañana a 10 de la noche, cuenta
Jorge, y eso que se cerraba más tarde porque los borrachos eran difíciles de
sacar. Cuando la salud de Julio desmejoró, Jorge su hijo se apropió del negocio
familiar, continuó con la chichería hasta que en 1950 decidió abrir una tienda
de víveres, porque los campesinos necesitaban de un lugar donde encontrar todo
y a un buen precio. Jorge nieto, cuenta que se levantaba muy temprano a ayudar
en las labores diarias para luego ir a la escuela, nunca le faltó nada y
siempre fue muy colaborador con su padre, jugaba a la pelota y se escondía tras
los bultos de maíz para que su padre no lo encontrara “esto siempre fue muy
bonito” cuenta a carcajadas el demacrado hombre. La idea de víveres siempre fue
muy buena porque al frente existía la plaza, iban todos los campesinos y los
ciudadanos a comprar el mercado y se interesaban por la tienda y entraban, así
fue que empezó a ganar clientes fijos. Hoy junto a su empleado, trabajan en
pequeños horarios por la creciente inseguridad ya que están rodeados de
expendios de licor, son dos viejos alegres que trabajan como jóvenes y tienen
el espíritu tan vivo que sus historias llaman la atención. Les gusta arremedar
a los ingleses, “los estirados” como les dicen ellos pues cada que uno entra a
su tienda es motivo de felicidad y orgullo, porque hasta pa’ las fotos les
gusta posar.
Zipaquirá no es solo mina ni
sal, son aquellas historias que el tiempo no borra y que por diferentes razones
siguen existiendo con el pasar de los años.
Aunque los dueños de
estas tiendas no se conocen tienen mucho en común, y esa alegría que se les ve
en sus ojos cuando brillan, son el fruto del esfuerzo y compromiso que con el
pasar de los años le han brindado como emblemas a sus
establecimientos. REFERENCIAS Fotos tomadas por: Luisa María Castaño R. |
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