DE HORTALIZAS AL BARRO
Terrenos fértiles, grandes,
amplios y anchos, pero que no sobrepasaban la mitad de una cancha de fútbol, tierras de
familias numerosas con ganas de salir adelante, cosechando productos en sus
propias huertas. San
Andresito, un barrio ubicado en el centro de Zipaquirá era el testigo de todos
los martes de mercado que allí hacían, familias intercambiando los productos
que cosechaban, papa, yuca,
guisante, arveja, lechuga,
cebolla, productos que sus tierras tan
bien cuidadas, eran capaces de dar este tipo de vegetales y tubérculos, era
tanto el amor y el empeño que ponían a sus productos, que no era necesario usar
químicos para su cultivo, de extremo a extremo, los niños, las señores, señores
caminaban para cambiar un costal lleno de hortalizas tan verdes como el pasto
en pleno invierno, por un bulto de cualquier otro producto cultivado por sus
paisanos, gente de todas las clases sociales, con sus canastos
llenos de mercado se veían por ahí, queriendo comprar allí sus productos tan
orgánicos y de la tierra que los vio crecer, caminando kilómetros que
entre charla y charla no se sentían,
tratando de conseguir la mayor variedad de mercado posible, cuando caía la
noche y todo se empezaba a tornar oscuro era hora de recoger lo poco que había
quedado de aquella mañana y tarde de un martes de mercado en el centro de zipa.
Tres lotes de media hectárea,
con sus casas no muy grandes, palos, barro, y uno que otro ladrillo asomándose por los orificios que el barro no alcanza a cubrir, plástico y
vidrios complementaban la construcción de las casas de aquellas familias, sus
lotes divididos por surcos de diferentes cultivos no sobrepasaban en gran
magnitud el predio de sus vecinos, guisantes y cebolla era lo que más
se cosechaba en unos de los lotes, presuntamente habitaban en este sitio más de
10 personas, niños y ancianos quienes con sus carisma se hacían cargo de todo
lo que correspondía al huerto, en las mañanas salían los niños a regar los
cultivos con agua para quitar
el rocío de la neblina en las mañanas caía sobre ellos, si esto no se hacía en
las mañanas, posiblemente sus productos no iban a sobrevivir si en horas de la
tarde hacia tan solo un poco de sol, en la tarde después de almuerzo o en su
hora, un adulto revisa que todo ande bien, que todo esté en perfecto estado, este
era un terreno tan apto para cultivar estos productos que no había necesidad de
utilizar ninguna clase de químicos, ni insecticidas, simplemente con un poco de
agua que era reposada de las aguas lluvias en cantinas u ollas fabricadas por
ellos mismos, un poco amor y cuidado bastaba para sacar estos productos tan
orgánicos a la venta, un negocio
familiar que cada día crecía un poco más, que ya no solo vendía ni
intercambiaba el cultivo dentro del barrio sino que ya se fueron extendiendo a
la plaza
de mercado ubicada a unas 5 cuadras del barrio San Andresito.
Meses después estos productos
ya eran conocidos en la plaza de mercado de zipa donde se encontraban en
abundancia los días martes, ya estas hortalizas y tubérculos eran
conocidos, su tamaño no era tan común como el de los otros productos de los
cultivos que llegaban exportados de otros municipios o ciudades del país.
Humildes quienes se hacían cargo de estos cultivos, botas de caucho, ruana,
sombrero y un bigote que al parecer de moda estaba en los año 1923 para los
señores de la casa que se hacían cargo del trabajo agrícola.
Años después muchos de los
lotes que se encontraban desocupados se fueron llenando de cultivos comunes
como la arveja,
guisante y cebolla, quitándoles el trabajo a aquellas personas que llevaban
años en este proceso, los cultivos se empezaron a perder, la tierra a secar, y
el carisma de la gente ya no era igual, lo poco que producían no era suficiente
para mantener la familia completa, niños con ganas de salir adelante no paraban
de trabajar, ya no era regando el cultivo por las mañanas, quitando el rocío
sobre ellos, ya no era en su propio huerto donde veían crecer el esfuerzo de
todos los días, ahora tendrían que ir, a cuidar otras huertas, mantener vivos
los alimentos en otro lado fuera de su hogar, el dinero no alcanza para todos y
la comida sí que peor.
4 años o más sin sobrepasar
los 7, se vendió esa finca a un señor con bastante dinero, quien al cabo de
unos meses despojando todo lo que tenía que ver con el anterior negocio
agricultor donde se movía más la cebolla y el guisante, ya no quedaría nada,
sin mucha indumentaria y sin complicación alguna en esta época monto un negocio de cerveza, al
sacarle provecho a ese negocio se fue instalando y creando fama en el barrio
para ser el pionero de una de las primeras canchas de tejo que
existía en esa época en el municipio de Zipaquirá.
Escrito por: Nathalia Ramírez Jiménez
No hay comentarios.:
Publicar un comentario