martes, 6 de septiembre de 2016

De hortalizas al barro

DE HORTALIZAS AL BARRO

Terrenos fértiles, grandes, amplios y anchos, pero que no sobrepasaban la mitad de una cancha de fútbol, tierras de familias numerosas con ganas de salir adelante, cosechando productos en sus propias huertas. San Andresito, un barrio ubicado en el centro de Zipaquirá era el testigo de todos los martes de mercado que allí hacían, familias intercambiando los productos que cosechaban, papa, yuca, guisante, arveja, lechuga, cebolla,  productos que sus tierras tan bien cuidadas, eran capaces de dar este tipo de vegetales y tubérculos, era tanto el amor y el empeño que ponían a sus productos, que no era necesario usar químicos para su cultivo, de extremo a extremo, los niños, las señores, señores caminaban para cambiar un costal lleno de hortalizas tan verdes como el pasto en pleno invierno, por un bulto de cualquier otro producto cultivado por sus paisanos, gente de todas las clases sociales, con sus canastos llenos de mercado se veían por ahí, queriendo comprar allí sus productos tan orgánicos y de la tierra que los vio crecer, caminando kilómetros que entre  charla y charla no se sentían, tratando de conseguir la mayor variedad de mercado posible, cuando caía la noche y todo se empezaba a tornar oscuro era hora de recoger lo poco que había quedado de aquella mañana y tarde de un martes de mercado en el centro de zipa.
Tres lotes de media hectárea, con sus casas no muy grandes, palos, barro, y uno que otro ladrillo asomándose por los orificios  que el barro no alcanza a cubrir, plástico y vidrios complementaban la construcción de las casas de aquellas familias, sus lotes divididos por surcos de diferentes cultivos no sobrepasaban en gran magnitud el predio de sus vecinos, guisantes y cebolla era lo que más se cosechaba en unos de los lotes, presuntamente habitaban en este sitio más de 10 personas, niños y ancianos quienes con sus carisma se hacían cargo de todo lo que correspondía al huerto, en las mañanas salían los niños a regar los cultivos con agua para quitar el rocío de la neblina en las mañanas caía sobre ellos, si esto no se hacía en las mañanas, posiblemente sus productos no iban a sobrevivir si en horas de la tarde hacia tan solo un poco de sol, en la tarde después de almuerzo o en su hora, un adulto revisa que todo ande bien, que todo esté en perfecto estado, este era un terreno tan apto para cultivar estos productos que no había necesidad de utilizar ninguna clase de químicos, ni insecticidas, simplemente con un poco de agua que era reposada de las aguas lluvias en cantinas u ollas fabricadas por ellos mismos, un poco amor y cuidado bastaba para sacar estos productos tan orgánicos a la venta, un  negocio familiar que cada día crecía un poco más, que ya no solo vendía ni intercambiaba el cultivo dentro del barrio sino que ya se fueron extendiendo a la plaza de mercado ubicada a unas 5 cuadras del barrio San Andresito.
Meses después estos productos ya eran conocidos en la plaza de mercado de zipa donde se encontraban en abundancia los días martes, ya estas hortalizas y tubérculos eran conocidos, su tamaño no era tan común como el de los otros productos de los cultivos que llegaban exportados de otros municipios o ciudades del país. Humildes quienes se hacían cargo de estos cultivos, botas de caucho, ruana, sombrero y un bigote que al parecer de moda estaba en los año 1923 para los señores de la casa que se hacían cargo del trabajo agrícola.
Años después muchos de los lotes que se encontraban desocupados se fueron llenando de cultivos comunes como la arveja, guisante y cebolla, quitándoles el trabajo a aquellas personas que llevaban años en este proceso, los cultivos se empezaron a perder, la tierra a secar, y el carisma de la gente ya no era igual, lo poco que producían no era suficiente para mantener la familia completa, niños con ganas de salir adelante no paraban de trabajar, ya no era regando el cultivo por las mañanas, quitando el rocío sobre ellos, ya no era en su propio huerto donde veían crecer el esfuerzo de todos los días, ahora tendrían que ir, a cuidar otras huertas, mantener vivos los alimentos en otro lado fuera de su hogar, el dinero no alcanza para todos y la comida sí que peor.

4 años o más sin sobrepasar los 7, se vendió esa finca a un señor con bastante dinero, quien al cabo de unos meses despojando todo lo que tenía que ver con el anterior negocio agricultor donde se movía más la cebolla y el guisante, ya no quedaría nada, sin mucha indumentaria y sin complicación alguna  en esta época monto un negocio de cerveza, al sacarle provecho a ese negocio se fue instalando y creando fama en el barrio para ser el pionero de una de las primeras canchas de tejo que existía en esa época en el municipio de Zipaquirá.

Escrito por: Nathalia Ramírez Jiménez 

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