lunes, 5 de septiembre de 2016

COMPROMISOS POR HERENCIA


Con historias como las de Jorge y Enrique, dueños de las tiendas más antiguas, turistas y habitantes conocerán lo verdaderamente histórico de Zipaquirá, ciudad Salinera de Colombia, desde la mirada de los mas ancianos.

Por: Luisa María Castaño R.

Los centros históricos de Zipaquirá, no son todos aquellos que el mundo conoce, sino los que el mismo Zipaquireño ha de reconocer. Hacia 1950 Zipaquirá era un pequeño municipio con pocas tiendas distribuidas en sus solitarias calles. Las Marías, donde venden  esos postres con sabor a gloria, y los ojos de las personas aún  brillan al hablar de ese lugar. El autoservicio, una de las primeras tiendas donde se puede entrar y escoger y dejar un producto cuantas veces se quiera. El LEM y el Almacén Popular, primeros establecimientos antiguos de víveres, sitio turístico de los visitantes.
De generación en generación, las tiendas más antiguas han permanecido en la familia. Vidal Velásquez y Etna, su esposa, herederos de la primera tienda llamada “Autoservicio”, Luis Enrique Montes y Jorge Pardo, dueños de tiendas que conocen los más ancianos, esos a los que el tiempo ha demacrado con los años.
Misael Velásquez, era un hombre emprendedor, le gustaba ser independiente y colaborador, por eso muchos lo conocían, vio una pequeña oportunidad de por fin abrir su negocito en un lugar grande, “porque cabían mas de 100 personas juntas” o eso decía, todas en el mismo lugar. Empezó siendo una bodega, allí se guardaba todo lo que necesitaban para el trabajo del campo, incluso lo que se servía en los restaurantes. Poco a poco tuvo la oportunidad de construir estantes para vender papitas y cuadernos, sus ventas eran tan buenas que solo abría en temporada escolar, esto era tres o cuatro meses al año pero le alcanzaba para mantener bien a su familia. Cuando sintió que su cuerpo ya no aguantaba, Misael decidió heredar el negocio, pero ninguno de sus hijos mayores se quería hacer cargo, así que el más pequeño, Vidal Velásquez aceptó la propuesta de su padre y se quedó con el autoservicio.
Unos años más tarde, Vidal, se casó con Etna, quien habla satisfactoriamente de este lugar “mi mama me traía aquí por los cuadernos cuando era chiquita” dice Etna y sonríe, “lo mejor, es que con $5000 mil que traíamos alcanzaba para todo, eso era mucha plata”, “todo” eran esos cuadernos que los ricos podían tener y que Misael dio la posibilidad a los de clases más bajas obtener. Etna trabaja allí hace diez años, cuenta que cuando su esposo heredó la tienda los horarios se hicieron más largos y se empezó a abrir todos los días del año por si alguien se antojaba de un dulce.

Luis Enrique Montes, conocido como “Señor Montes” por muchos, es un hombre muy anciano, el nombre de su tienda “LEM” son las iniciales de su nombre, lo decidió así porque cuando fue a registrar su tienda como víveres Monterrey, en la notaria le dijeron que el nombre ya existía y era algo de maderas en un municipio aledaño. Hoy trabaja junto a su hijo que es su apoyo, y ni el olor a húmeda de su casa los ha detenido. Enrique Hijo, es el administrador de la tienda porque sabe que después de ser estudioso tiene un compromiso con su padre, y es mantener vivo el legado. Él cuenta con mucho orgullo el esfuerzo de su padre y el gran número de establecimientos que han salido a su alrededor mejor ubicados, pero aunque quieran diseñar un mejor espacio no se les permite porque siguen en lugar de centro turístico.


Llegando al final, hablare del Almacén Popular, Jorge Pardo propietario de la edificación en ladrillo, con altas paredes color blanco, es el nieto del primer creador de la tienda hace más de 70 años, su abuelo Julio Pardo decidió buscar un lugar que le diera “plata” lo que quieren todos, encontró una bodega abandonada, esa que los ricos dejan por ser lo que menos vale, la compro a buen precio y la acomodó a su antojo. La chichería funcionaba de 7 de la mañana a 10 de la noche, cuenta Jorge, y eso que se cerraba más tarde porque los borrachos eran difíciles de sacar. Cuando la salud de Julio desmejoró, Jorge su hijo se apropió del negocio familiar, continuó con la chichería hasta que en 1950 decidió abrir una tienda de víveres, porque los campesinos necesitaban de un lugar donde encontrar todo y a un buen precio. Jorge nieto, cuenta que se levantaba muy temprano a ayudar en las labores diarias para luego ir a la escuela, nunca le faltó nada y siempre fue muy colaborador con su padre, jugaba a la pelota y se escondía tras los bultos de maíz para que su padre no lo encontrara “esto siempre fue muy bonito” cuenta a carcajadas el demacrado hombre. La idea de víveres siempre fue muy buena porque al frente existía la plaza, iban todos los campesinos y los ciudadanos a comprar el mercado y se interesaban por la tienda y entraban, así fue que empezó a ganar clientes fijos. Hoy junto a su empleado, trabajan en pequeños horarios por la creciente inseguridad ya que están rodeados de expendios de licor, son dos viejos alegres que trabajan como jóvenes y tienen el espíritu tan vivo que sus historias llaman la atención. Les gusta arremedar a los ingleses, “los estirados” como les dicen ellos pues cada que uno entra a su tienda es motivo de felicidad y orgullo, porque hasta pa’ las fotos les gusta posar.
Zipaquirá no es solo mina ni sal, son aquellas historias que el tiempo no borra y que por diferentes razones siguen existiendo con el pasar de los años.

Aunque los dueños de estas tiendas no se conocen tienen mucho en común, y esa alegría que se les ve en sus ojos cuando brillan, son el fruto del esfuerzo y compromiso que con el pasar de los años le han brindado como emblemas a sus establecimientos.

REFERENCIAS
Fotos tomadas por: Luisa María Castaño R.

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