martes, 29 de noviembre de 2016

PODRÍA LLAMARSE UTOPÍA, PERO EN REALIDAD, ¡SE LLAMA, PASOANCHO!

PODRÍA LLAMARSE UTOPÍA,PERO EN REALIDAD, ¡SE LLAMA, PASOANCHO!



Dicen que la vida en el campo es más amena, que el ruido y la contaminación de la ciudad transformó todo a su alrededor. Pero aún existen lugares mágicos, lugares llenos de silencio en el ruido de las comunidades agitadas por el consumismo, y el afán del capitalismo. Pasoancho, una vereda del municipio de Zipaquirá, ubicado geográficamente por la ruta A4 por la vía Briceño, a tan solo 15 minutos en vehículo de la cabecera municipal. Manuel Alfredo Amaya Galeano, más conocido como el Señor Amaya tiene 65 años de edad, su piel ya un poco arrugada contrasta con su simpatía y su forma alegre de hablar, casado desde hace 47 años con la Señora Mery fruto de esa relación tuvieron dos hijos. Su voz amena y entusiasta permite ver que la vida en este barrio no es como la de ningún otro.


La vela fue el instrumento que durante varios años dio luz a las frías y oscuras noches, no en vano por eso lleva tal nombre. La lejanía con el centro de la ciudad dificultaba los servicios públicos, y aunque puede que ese sea un factor determinante para que las cosas se demoren, la  gestión de aquella Junta de Acción Comunal, donde el señor Amaya fue el Fiscal, fue la que hizo posible que la administración municipal reaccionara y llevara la luz aquellas pocas casas que hasta ahora se habían construido. Muchas de las personas que habitan el sector son oriundas de este poblado, su construcción se ha realizado de manera generacional, los bienes en su mayoría han estado en manos de las familias tradicionales del barrio, lo que antes eran fincas; ahora son pequeños lotes donde los padres le heredan a sus hijos, en ocasiones nietos para que la construcción de casas sea un hecho. Siendo este fenómeno lo principal para que el barrio empezara a tener más habitantes.

Radio técnico de profesión, muy conocido en su sector, reconocido en el mundo de las comunicaciones, pues con la poca tecnología del momento y sus conocimientos, dio vida a los primeros transistores caseros, a los radio teléfonos que actualmente los vehículos de servicio público  tienen para poderse comunicar entre ellos, entre otras cosas tuvo una emisora radial por el dial AM, que funcionaba tres horas al día, particularmente en horas de la noche, su característica era que esa señal solo era para los habitantes del barrio, banda de 11 metros, aprovechando la señal en las fincas por los radio teléfonos y los pocos radios que habían.

-       Buenas noches,  son las seis de la tarde en punto.
El himno nacional empezaba a sonar, los vecinos sintonizaban el dial a esa hora, y los saludos no se hacían esperar, pero no había el conocido proceso de retro alimentación, en ocasiones ni los sintonizaban.
-       Buenas noches para los vecinos de la finca, El Rural, para la Señorita Conchita Pérez, sus hijos y nietos, esperamos que ya se encuentre mejor de salud.

Al día siguiente pasaban los vecinos que habían sido saludados a dar las gracias, a enviar saludos, se dice llamar radio aficionado, tiene licencia con el ministerio de las comunicaciones para poder ejercer su profesión. Tiene en su casa una pieza donde tiene tosas sus herramientas, arregla: televisores, radios, transistores de fusible, y la nueva tecnología no lo asusta. Conoce cada resistencia, sus valores para poder determinar dónde está el daño y repararlo. Tiene antenas en distintas bandas, bandas de 11 metros, de dos metros, banda en VH, banda en VHF, las fabricó el mismo, tiene comunicación en la mayoría del espectro de radio frecuencia. Y aunque no reconoce su popularidad, en verdad es una de las personas que con su profesión ha llevado las comunicaciones desde este sector un poco olvidado por la administración a otro nivel. Dicen los habitantes más antiguos del sector que cuando el servicio público aparecía en la ciudad, y los taxis empezaron a llevar sus radio teléfonos, era más fácil decir que se dirigían para el barrio de donde era el Señor Amaya que por el nombre del barrio.

Entre otras cosas, este asentamiento rural hace muy poco lleva por nombre Pasoancho, se le llamaba San Roque, pues esta vereda tiene una extensión de tierra bastante grande, y cobijaba desde el límite con el municipio de Cajicá, hasta el río de la Sabana.
Vivir en Pasoancho  “Es lo más sabroso que hay, esto es muy sano, la vida por aquí es baratica, más baratica que en el centro, los impuestos aquí son más baratos, los servicios son más baratos, entonces vivimos una vida buena” y ojala que el gobierno no se dé cuenta de estas declaraciones, porque se acerca la reforma tributaria y si ve esto, de seguro coloca el congreso de la república por estos lugares.

Pasoancho cuenta con todos los servicios públicos: Agua, Luz, Alcantarillado; “alcantarillado que los habitantes del sector hicieron y que ahora deben pagarle al municipio”, Gas natural; “Que hasta hace poco y por innumerables reuniones se logró concretar con la empresa privada que presta el servicio”.  Pero es que la vida en el campo es y seguirá siendo un privilegio para pocos, porque todos migrando para la ciudad, los campos solos y no hay quien cultive.
Su casa tiene más de 50 años, pero no lo parece, pintada de blanco, una sola planta, con su arquitectura básica: tiene tres habitaciones, la cocina aún queda afuera, como las casas en las fincas, a la entrada una pequeña reja un poco oxidada por la inclemencia del tiempo, una planta que lleva por nombre: sábila. Dicen que ahuyenta a los malos espíritus.
Resalta que lo más importante de Pasoancho, son sus vecinos, pues son muy amables, muy sanos. “aquí para conseguir un ratero, hay que buscarlo, conseguirlo de otro lado y traerlo” podría llamarse utopía pero en realidad se llama Pasoancho.



Por: Eduardo Murillo



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