miércoles, 30 de noviembre de 2016

Nostalgia del pasado

Nostalgia del pasado

26 de Noviembre 2016

Por: Geraldín Arévalo Arévalo.

El progreso de un barrio, que día a día trabajó por un desarrollo en comunidad. Edificaciones, una Capilla y un colegio que ayudadron al crecimiento del barrio, que es su momento no fue más que un potrero desolado. 


Florecientes huertas adornaban las pocas casas que habían hace cincuenta años en aquel pequeño barrio llamado “Coclies” del municipio de Zipaquirá, un nombre bastante peculiar, según sus habitantes fue nombrado de esta manera debido a que en el parque principal del barrio habitaban varias nidadas de pájaros conocidos como “Cocli”, es hay donde surge la idea de ponerle ese nombre al barrio.
Para 1967 no eran más de nueve casas las que habían en esos inmensos potreros y una pequeña escuela que no tenía más de 20 estudiantes, la Institución Mariscal Sucre, pues era una de las casas la que servía como aula de clase, “había un sólo baño y los dormitorios servían para dividir los cursos y dictar clase” expresó Don Pedro Ríos, uno de los habitantes que fue parte de aquella buena historia, como suele nombrar a la escuela que no sólo le enseñó a leer, también a ser mejor persona, dice que fue muy afortunado pues recibir clase hace poco menos de 50 años perteneciendo a una familia de clase media era más que un privilegio.


Institución Mariscal Sucre
Tomada de: Fcaebook "Barrio Los Coclies".

Al llegar el medio día los niños salían de la escuela hacia sus casas, iban almorzaban, hacían las tareas en compañía de sus madres, tenían que aprovechar la luz del día, debido a que hasta cierta parte del barrio había alumbrado público, “pero eso no era ningún impedimento ya nos habíamos acostumbrado a alumbrar con esperma” y a las seis de la tarde cada niño regresaba a su casa, cansados de tanto correr por aquellos inmensos predios, algunos regresaban con raspones en sus rodillas pues las vías no estaban pavimentadas y por supuesto no faltaba quien se cayera, pues la carretera era muy empinada y correr por ahí se convertia en todo un riesgo.
Con el pasar de los años iban llegando más familias, ya para 1973 el número de viviendas que se habían construido era bastante alto, para ese momento todas las casas contaban con el servicio de alumbrado público. En cuanto al agua nunca se vieron afectados debido a que por los dos costados del barrio pasaban dos quebradas, una conocida como “El Chorro”, donde todas las familias se abastecían del preciado líquido, pues el agua desendia bastante rápido y por supuesto eran agua muy limpia; cada familia consiguio una manguera que partía de la quebrada hasta cada una de las casas, de esa manera cada vivienda contaba con un gran servicio, no por parte del gobierno sino de la naturaleza. Según la señora Ilde quien ha vivido en el barrio ya hace un poco más de cuatro decadas, fueron bendecidos por Dios con aquellas maravillosas quebradas,  “El agua del chorro era mucho mejor que la que actualmente llega por parte de la empresa de acueducto de Zipaquirá, esta de ahora sólo contiene químicos, la de antes era pura, de la naturaleza”.
Para ese entonces habían cultivos de papa, maíz, cubios y otro tanto de hortalizas, era lo que más se veía en el barrio, grandes sembrados que eran regados con el agua de la quebrada, poco a poco se fue sustituyendo por construcciones y hoy en día de eso ya no queda nada, aumentar el recuerdo.
Con la llegada de las empresas al municipio se generaban más opciones laborales, ¿pero que sucede cuando se beneficia la economía pero se afecta el medio ambiente? esa pregunta nunca se pasó por la cabeza de los residentes del barrio Coclies y hoy en día muchos de ellos se arrepienten de no haberse dado cuenta de la grave afectación que le causaron a la quebrada el Chorro. Pues con la construcción de una ladrillera en la parte alta del barrio muchos se veían bastante beneficiados, tenían el trabajo ahí, cerca, no tenían que caminar distancias exorbitantes para llegar hasta el trabajo, al parecer todo era muy positivo, además ahí mismo podían conseguir el ladrillo para construir sus viviendas, a bajo precio y de buena calidad. Sin embargo los hornos botaban bastante humo, el cielo se tornaba un tanto grisáceo, y los desechos que diariamente salían de aquella empresa eran arrojados a la quebrada, por lo que años más tarde el agua dejó de ser pura. “Como suele suceder en la mayoría de los casos, las empresas llegan, hacen de las suyas, acaban con los pocos recursos que tienen los barrios y se van como si nada, dejando a su paso sólo contaminación” expresa uno de los residentes que vivió muy de cerca este flagelo  en contra de la naturaleza.
“Martes de plaza” todos los hombres cabeza de familia luego de un arduo trabajo en empresas de flores o en las ladrilleras, llegaban a su casa, algunos tomaban un vaso de refresco, cogían un papel en el que estaba el listado de mercado que debían comprar, agarraban una canasta y se disponían a bajar hasta el centro, pues a pesar de que ya habían muchas familias viviendo allí, no contaban con ninguna tienda, ni panadería; todo debían comprarlo en las tiendas del centro, eran más de 25 minutos bajando a pie hasta la tienda más cercana, “el problema no era bajar, sino subir con esas canastas repletas de mercado, mucho peor si llovía”, recuerda Asencion Castillo, quien llegó muy joven al barrio junto con su familia.  Su padre llegaba exausto, casi en la noche pues era cuestión de tradición ir cada martes en la tarde de compras, “el comercio se ponía bastante pesado, todas las tiendas se llenaban, y en la plaza no cabía ni un alma más” y uno de los mayores problemas era que para ese momento no subían los buses, o como eran llamados anteriormente los “urbanos” por lo que debían subir el mercado en burros, pero sólo aquellos que contaban con la suerte de poseer uno, otro tanto tenía que subir las empinadas lomas que caracterizan al barrio a pie, con las canastas al hombro, cuando llovía el camino se volvía intransitable, eran un completo lodazal y se demoraban casi el doble de tiempo en subir hasta sus casas.
Celebración Virgen del Carmen.
Tomada por: Alba Lucia Salazar
Zipaquirá era un completo atractivo para todos aquellos que deseaban intercambiar sus enceres, como es bien conocido el famoso trueque, por supuesto era realizado los días martes, según cuenta don Giovanni Farfán quien ha vivido en el barrio 39 años y quien ha diario escuchaba atento las decenas de historias que su abuelo le contaba sobre aquellas tradiciones del barrio, recuerda que por la calle 22 del barrio Coclies hacia la montaña era el camino de herradura, que conducía hacia Pacho, “eran especialmente los campesinos los que venían a cambiar sus productos agrícolas por sal, aún en este momento en el monte donde antes quedaba el camino se ven las pisadas de las herraduras de los caballos, también huellas de todas las personas que transitaban por allí. Era el momento preciso para darse un buen baño y dar de beber a sus caballos, pues el camino era bastante largo y sol era inclemente”.
A mediados de 1980 se empezaron a pavimentar las vias, los urbanos ya subían hasta la famosa “Y” del barrio. La casa de la señora Marta Suárez, quedaba un poco retirada de donde la dejaba la buseta, tenía que caminar más o menos 10 minutos, pero sin lugar a dudas fue un gran proceso para el barrio, “los urbanos pasaban cada media hora, subían repletos y donde uno se quedará del último que pasaba como a las 5:30, le tocaba subir a pie”; expreso con algo de melancolía “ese fue el mejor momento de todos”, se podía caminar por las calles en la noche, solos... Y no había ningún peligro, las puertas de las casas se dejaban de par en par y no pasaba nada. Es en este momento donde surge el interrogante ¿qué pasó? Si era un barrio tranquilo, construido por familias luchadoras, trabajadoras, ¿en qué momento la delincuencia se apoderó del barrio?, el concepto de familia se tenía muy claro, se respetan la.palabra de los padres, profesores y adultos mayores. Pues según muchos de sus habitantes  con la llegada de tantas familias al barrio se comenzó a volver muy inseguro y traigo a colación aquella famosa frase “todo pasado fue mejor” o por lo menos eso es lo que se escucha mencionar en cada adulto mayor.

No se puede negar que algo no ha cambiado ni cambiara jamás, es el hecho de que cada persona que llega a la parte alta del barrio se enamora de la maravillosa vista, pues desde ahí se puede apreciar un 70% de Zipaquirá y algunos municipios aledaños. Un barrio de tradición católica, de hombres y mujeres trabajadores. Apasionados por aquel viejo deporte que tantas alegrías y triunfos a llevado al barrio: el tejo.  Sigue siendo tradición que cada viernes se reúnen los hombres a jugar, dicen que no hay nada que los llene más de alegría que estallar una mecha y tomarse una cerveza fría, anteriormente se brindaba con guarapo o chicha que se vendía por “garrafas” en las dos tiendas que acaban de llegar al barrio, una bebida bastante apetecida para todos aquellos que querían pasar un rato agradable con sus amigos.


https://www.youtube.com/watch?list=UU2uYpIG0_pm31FcdeatErZg&v=diL2yYpsB58





Infografía Barrio Los Coclies





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