martes, 22 de noviembre de 2016

LAS NECRÓPOLIS DE ZIPAQUIRÁ

Por:Andrés Felipe Torres Nivia 


Las necrópolis de Zipaquirá

Tras nuestro paso por la vida, ella nos confiesa que un día dejaremos este mundo, no sabemos cuándo ni cómo y sin importar el tiempo y las experiencias vividas, dejaremos un legado, el cual terminará siendo contado en una historia donde el último hecho narrado; sea el lugar donde descansa sepultado el cuerpo, así ha sido para varios hombres y mujeres que habitaron las tierras de Zipaquirá, después de  los años son sepultados en distintos pero distinguidos lugares o bien aún permanecen o han sido olvidados. El parque central de Zipaquirá es el principal historiador frente al andar del hombre zipaquireño, allí se rescata la historia del origen de los cementerios en la ciudad, tras el hallazgo en el año de 1994 frente a la catedral diocesana de unos restos humanos.

Aquel año marcó la historia del municipio tras el descubrimiento de estos restos y otros más, hallados en diferentes puntos geográficos, como por ejemplo en una finca cerca al Alto del Águila, donde se apreciaron más vestigios humanos enterrados de manera horizontal acompañados de vasijas de barro, las cuales contenían en su interior pertenencias hechas con oro. Pero los hallados frente a la Iglesia despertaron enormemente el interés de la gente y aquel suceso fue dado a conocer a nivel nacional por los periódicos: El espectador, El Tiempo y La República. Tras los recientes hallazgos, la población comentaba que allí fue territorio muisca, por lo tanto frente a la Iglesia y alrededor del parque se especulaba la existencia de un cementerio indígena, o en contraparte decían que solo se trataba de restos hallados, como muchos otros en el plano cundiboyacense y no necesariamente de la posible existencia de algún cementerio. Se comentaba que tras época de colonos, se procuraba edificar un templo para culto católico en sitios considerados sagrados para los indígenas, logrando así subyugar las creencias indígenas consideradas paganas, además los colonos enterraban a las personas según su manera de vivir, si fue un personaje con una vida de bien, se enterraba de manera horizontal con los pies apuntando hacía la iglesia y si su modo de vivir fue imprudente se enterraba también de manera horizontal pero con la cabeza apuntando hacia la iglesia. Así mismo los indígenas procuraban enterrar a sus seres queridos con varias pertenencias, en su mayoría comida  y objetos personales como ropa y otros hechos en oro, todos estos contenidos en una vasija de barro, con la creencia que después de la muerte terrenal tendrían otra vida y tras el camino hacia ella no debían padecer de hambre o necesitar prendas para vestir, además se enterraban a sus semejantes según sus rangos dentro de su sociedad y también se distinguía la forma de enterrarlos según su comportamiento en vida. Es por ello que si un lugar cuenta con evidencias de la existencia de algún territorio indígena, se pueden apreciar distintos restos en terrenos distantes y con sus respectivas características.  Pero el  tiempo continúo su andar  y la memoria de aquel suceso tan solo fue un hecho más sin mayor  profundidad y los restos hallados se disiparon como los comentarios surgidos tras el hecho.



Un viernes 3 de octubre del año 2003, nuevamente la Catedral Diocesana vuelve a desvelar otro tesoro histórico, tras la remodelación del atrio de la iglesia y del parque central, se encontraron más restos indígenas que resaltarían la riqueza arqueológica de Zipaquirá, con el trabajo de Don Carlos Hernando Riaño, quien se desempeñaba como coordinador del Grupo de Vigías del Patrimonio Cultural Colombiano de Zipaquirá, los restos fueron dados al InstitutoColombiano de Antropología e Historia (ICANH), quienes serían los encargados de realizar los respectivos estudios de carbono-14 y aclarar si los restos pertenecen a la población indígena de los Muiscas y de cuanto databa su antigüedad, los resultados tardaron en darse a conocer, por el hecho de que los estudios con carbono-14 no son realizadas a nivel nacional por la complejidad de su estudio, luego tras un comunicado dado por e ICANH se dio a conocer que los restos eran de material óseo humano de hombres y mujeres varios, los cuales tuvieron una longevidad de 130 a 160 años y aproximadamente 600 a 700 años de antigüedad.


Otro cementerio del municipio se encontraba situado fuera del casco urbano, ubicado en territorio indígena, para la segunda mitad del siglo XVIII Zipaquirá estaba sectorizada en dos zonas, donde se encontraba la Parroquia de Zipaquirá actualmente conocida como la Catedral Diocesana y sus alrededores pertenecía a territorio de “Blancos” quienes eran los colonos y hacia su noroccidente se estableció como territorio indígena en donde se apreciaba el cementerio, hoy conocido como cementerio San Juanito, el mismo nombre que obtiene el barrio que allí se ubica, fue de los primeros cementerios en existir además de ser distinguido entre los habitantes.


El cementerio nació tras la donación de un terreno dado por Jorge Marcelo Holguín quien fue en dos ocasiones Presidente de la República de Colombia, el terreno se dispuso para la creación del cementerio municipal, y dejado para el manejo y administración de la Parroquia de Zipaquirá, el terreno no era muy extenso y con el pasar del tiempo y la vida del hombre, el cementerio ya no tenía lugar donde sepultar algún otro semejante, frente a esta complicación otro lugar fue facilitado y se situó junto a la conocida calle del infierno, ubicada a pocos metros de la Iglesia de la Concepción, próximamente en el año de 1930 las señoras Elisa y Clementina Bernal Morales, donaron un terreno para ampliar el cementerio municipal, gracias a la generosidad de estas hermanas aún el cementerio se encuentra en funcionamiento donde al ingresar es evidente como este nos envuelve en una atmósfera fría pero seductora donde se aprecia el pasar del tiempo y poder ver y saber que allí se encuentra los predecesores de varias generaciones, a medida que se adentra al cementerio y al final de este se puede apreciar los nuevos pabellones que resaltan por su gran estructura y color blanco, los cuales cada uno de ellos llevan el nombre de los  doce apóstoles  de Jesucristo y en donde reposan los más recientes fallecidos zipaquireños, la parroquia nuestra señora del Carmen fue construida frente al cementerio por la mano de sus habitantes y erigida como parroquia en el año de 1992, desde aquel año hasta el día de hoy es quien administra el lugar santo.

  Sin importar religión, creencia política, estatus socio-económico, edad, raza o género, si la    vida lo permite, aquel lugar será el último sitio el cual nuestro cuerpo visitará, por más que en ocasiones deseemos que no llegue a pasar y nuestro existir sea eterno, es inevitable      detener el tiempo y negar que nuestro propósito en la tierra un día acabará, tendremos que dar un último adiós a nuestro ser físico y dejarlo descansar perennemente en el cementerio.     

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