Por:Andrés Felipe Torres Nivia
Las necrópolis de Zipaquirá
Tras
nuestro paso por la vida, ella nos confiesa que un día dejaremos este mundo, no
sabemos cuándo ni cómo y sin importar el tiempo y las experiencias vividas, dejaremos
un legado, el cual terminará siendo contado en una historia donde el último
hecho narrado; sea el lugar donde descansa sepultado el cuerpo, así ha sido
para varios hombres y mujeres que habitaron las tierras de Zipaquirá, después
de los años son sepultados en distintos
pero distinguidos lugares o bien aún permanecen o han sido olvidados. El parque
central de Zipaquirá es el principal historiador frente al andar del hombre zipaquireño,
allí se rescata la historia del origen de los cementerios en la ciudad, tras el
hallazgo en el año de 1994 frente a la catedral diocesana de unos restos
humanos.
Aquel
año marcó la historia del municipio tras el descubrimiento de estos restos y
otros más, hallados en diferentes puntos geográficos, como por ejemplo en una
finca cerca al Alto del Águila, donde se apreciaron más vestigios humanos enterrados
de manera horizontal acompañados de vasijas de barro, las cuales contenían en
su interior pertenencias hechas con oro. Pero los hallados frente a la Iglesia
despertaron enormemente el interés de la gente y aquel suceso fue dado a
conocer a nivel nacional por los periódicos: El espectador, El Tiempo y La
República. Tras los recientes hallazgos, la población comentaba que allí fue
territorio muisca, por lo tanto frente a la Iglesia y alrededor del parque se
especulaba la existencia de un cementerio indígena, o en contraparte decían que
solo se trataba de restos hallados, como muchos otros en el plano cundiboyacense y no necesariamente de la posible existencia de algún
cementerio. Se comentaba que tras época de colonos, se procuraba edificar un
templo para culto católico en sitios considerados sagrados para los indígenas,
logrando así subyugar las creencias indígenas consideradas paganas, además los
colonos enterraban a las personas según su manera de vivir, si fue un personaje
con una vida de bien, se enterraba de manera horizontal con los pies apuntando
hacía la iglesia y si su modo de vivir fue imprudente se enterraba también de
manera horizontal pero con la cabeza apuntando hacia la iglesia. Así mismo los
indígenas procuraban enterrar a sus seres queridos con varias pertenencias, en
su mayoría comida y objetos personales
como ropa y otros hechos en oro, todos estos contenidos en una vasija de barro,
con la creencia que después de la muerte terrenal tendrían otra vida y tras el
camino hacia ella no debían padecer de hambre o necesitar prendas para vestir,
además se enterraban a sus semejantes según sus rangos dentro de su sociedad y
también se distinguía la forma de enterrarlos según su comportamiento en vida.
Es por ello que si un lugar cuenta con evidencias de la existencia de algún
territorio indígena, se pueden apreciar distintos restos en terrenos distantes
y con sus respectivas características. Pero
el tiempo continúo su andar y la memoria de aquel suceso tan solo fue un
hecho más sin mayor profundidad y los
restos hallados se disiparon como los comentarios surgidos tras el hecho.
Otro
cementerio del municipio se encontraba situado fuera del casco urbano, ubicado
en territorio indígena, para la segunda mitad del siglo XVIII Zipaquirá estaba
sectorizada en dos zonas, donde se encontraba la Parroquia de Zipaquirá
actualmente conocida como la Catedral Diocesana y sus alrededores pertenecía a
territorio de “Blancos” quienes eran los colonos y hacia su noroccidente se
estableció como territorio indígena en donde se apreciaba el cementerio, hoy conocido
como cementerio San Juanito, el mismo nombre que obtiene el barrio que allí se
ubica, fue de los primeros cementerios en existir además de ser distinguido
entre los habitantes.
El
cementerio nació tras la donación de un terreno dado por Jorge Marcelo Holguín
quien fue en dos ocasiones Presidente de la República de Colombia, el terreno
se dispuso para la creación del cementerio municipal, y dejado para el manejo y
administración de la Parroquia de Zipaquirá, el terreno no era muy extenso y
con el pasar del tiempo y la vida del hombre, el cementerio ya no tenía lugar
donde sepultar algún otro semejante, frente a esta complicación otro lugar fue
facilitado y se situó junto a la conocida calle del infierno, ubicada a pocos
metros de la Iglesia de la Concepción, próximamente en el año de 1930 las
señoras Elisa y Clementina Bernal Morales, donaron un terreno para ampliar el
cementerio municipal, gracias a la generosidad de estas hermanas aún el
cementerio se encuentra en funcionamiento donde al ingresar es evidente como
este nos envuelve en una atmósfera fría pero seductora donde se aprecia el
pasar del tiempo y poder ver y saber que allí se encuentra los predecesores de
varias generaciones, a medida que se adentra al cementerio y al final de este
se puede apreciar los nuevos pabellones que resaltan por su gran estructura y color
blanco, los cuales cada uno de ellos llevan el nombre de los doce apóstoles de Jesucristo y en donde reposan los más
recientes fallecidos zipaquireños, la parroquia nuestra señora del Carmen fue
construida frente al cementerio por la mano de sus habitantes y erigida como
parroquia en el año de 1992, desde aquel año hasta el día de hoy es quien administra
el lugar santo.
Sin
importar religión, creencia política, estatus socio-económico, edad, raza o
género, si la vida lo permite, aquel lugar será el último sitio el cual nuestro
cuerpo visitará, por más que en ocasiones deseemos que no llegue a pasar y
nuestro existir sea eterno, es inevitable detener el tiempo y negar que nuestro
propósito en la tierra un día acabará, tendremos que dar un último adiós a
nuestro ser físico y dejarlo descansar perennemente en el cementerio.
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