DE HORTALIZAS AL BARRO
La cancha de San Andresito, una de las pioneras que dio inicio a este deporte en el municipio de Zipaquirá, hace más de 80 años se cambió la siembra de cultivos agro culturales, por un pedazo de metal y un poco de barro para las manos.
Terrenos fértiles, grandes, amplios y anchos, pero que no sobrepasaban la mitad de una cancha de fútbol, tierras de familias numerosas con ganas de salir adelante, cosechando productos en sus propias huertas. San Andresito, un barrio ubicado en el centro de Zipaquirá era el testigo de todos los martes de mercado que allí hacían, familias intercambiando los productos que cosechaban, papa, yuca, guisante, arveja, lechuga, cebolla, productos que sus tierras tan bien cuidadas, eran capaces de dar este tipo de vegetales y tubérculos, era tanto el amor y el empeño que ponían a sus productos, que no era necesario usar químicos para su cultivo, de extremo a extremo, los niños, las señores, señores caminaban para cambiar un costal lleno de hortalizas tan verdes como el pasto en pleno invierno, por un bulto de cualquier otro producto cultivado por sus paisanos, gente de todas las clases sociales, con sus canastos llenos de mercado se veían por ahí, queriendo comprar allí sus productos tan orgánicos y de la tierra que los vio crecer, caminando kilómetros que entre charla y charla no se sentían, tratando de conseguir la mayor variedad de mercado posible, cuando caía la noche y todo se empezaba a tornar oscuro era hora de recoger lo poco que había quedado de aquella mañana y tarde de un martes de mercado en el centro de zipa.
Foto: Plazas de mercado Bogotá |
Meses después estos productos ya eran conocidos en la plaza de mercado de zipa donde se encontraban en abundancia los días martes, ya estas hortalizas y tubérculos eran conocidos, su tamaño no era tan común como el de los otros productos de los cultivos que llegaban exportados de otros municipios o ciudades del país. La gente muy humilde y sencilla, en principio los hombres quienes se hacían cargo de estos cultivos,utilizaban botas de caucho, ruana, sombrero y un bigote que al parecer de moda estaba en los año 1923 para los señores de la casa que se hacían cargo del trabajo agrícola.
Años después muchos de los lotes que se encontraban desocupados se fueron llenando de cultivos comunes como la arveja, guisante y cebolla, quitándoles el trabajo a aquellas personas que llevaban años en este proceso, los cultivos se empezaron a perder, la tierra a secar, y el carisma de la gente ya no era igual, lo poco que producían no era suficiente para mantener la familia completa, niños con ganas de salir adelante no paraban de trabajar, ya no era regando el cultivo por las mañanas, quitando el rocío sobre ellos, ya no era en su propio huerto donde veían crecer el esfuerzo de todos los días, ahora tendrían que ir, a cuidar otras huertas, mantener vivos los alimentos en otro lado fuera de su hogar, el dinero no alcanza para todos y la comida sí que peor.
Foto: ColombianaViva |
Escrito por: Nathalia Ramírez Jiménez
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